No me vengan con milagros, ni con dios, ni conque hay otra vida. Nada de eso. No me vengan con la mística y el misterio, la esperanza, el alma, la caridad, la ternura, la fe y esas pavadas del cielo y el infierno, el infinito y el espanto.
Nada.
Uno se puede morir tranquilo que no va a pasar nada. Hoy estás, mañana no estás y punto, se te acabó la luz, la energía la vida.
Por eso, cuando ayer vi por la tele la luz, el milagro, la esperanza, soñé. Volé en un vuelo infinito hacia la fe. Surqué el misterio y traspasé la mística y el infierno; el infinito y el espanto.
Llegué hasta él, estuve con él, sentí su caridad y su ternura. Fue inevitable, estaba ahí, lo ví, lo toqué, lo abracé.
Era el segundo gol de San Lorenzo y me abracé con mi viejo, en un abrazo infinito, inmenso, cálido, lleno de fe y de esperanza.
La última lágrima me la sequé en su hombro. |